La historia de la fotografía de fantasmas es tan antigua como la fotografía misma. Los primeros fotógrafos experimentaron retratando a personas detrás de cristales o caracterizadas como espíritus para crear imágenes espeluznantes. Pronto se dieron cuenta de que, debido al largo tiempo de exposición, si el sujeto se movía, quedaba una silueta translúcida, similar a un fantasma. Con la invención de la fotografía sobre placas de cristal, las instantáneas de espíritus se hicieron mucho más populares y, con ellas, surgieron los primeros falsificadores.
Parece ser que la fotografía de William H. Mumler en la que aparecía la figura de su sobrina fue un accidente causado por la doble exposición. Al percatarse, el fotógrafo empezó a aprovechar este fenómeno con fines lucrativos. Tomaba las retratos de sus clientes sobre placas que ya tenían una exposición previa, lo que daba a la imagen resultante un aspecto fantasmagórico. Pronto gozó de un gran éxito debido en parte al auge del espiritismo y otras prácticas paranormales. Además, sus clientes estaban deseando tener un recuerdo de sus seres queridos a los que habían perdido en la guerra de secesión americana. Junto al trabajo de su esposa como médium, tenían entre sus manos un negocio redondo.
En la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, la sociedad dejó de ser tan ingenua. Varias personas empezaron a acusar a Mumler de entrar a escondidas a las casas de sus clientes para robar fotografías de sus seres queridos fallecidos. El golpe de gracia llegó cuando se descubrió que algunos de los espíritus de las fotografías eran personas vivas a las que había retratado anteriormente.
La acusación de fraude llegó a los tribunales. P. T. Barnum, el célebre fundador del circo Barnum & Bailey Circus, fue un gran crítico de Mumler. Con ayuda de un fotógrafo, se hizo un retrato en el que aparecía Abraham Lincoln como espíritu, para demostrar en el juicio lo sencillo que era llevar a cabo la falsificación. Aún con todo, el jurado determinó que la acusación no había podido demostrar sin lugar a dudas que el acusado había cometido fraude y Mumler fue puesto en libertad sin cargos. A pesar del veredicto, la fama del fotógrafo se resintió con las dudas sobre su veracidad. Mumler, sin embargo, no volvió a trabajar como grabador de joyas, sino que siguió creando instantáneas, inventando un nuevo método más rápido de sacar fotografías, conocido como Proceso Mumler.
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