Cuando la familia volvió a su casa esa noche, los niños eligieron unos cuantos caramelos para tomar antes de ir a dormir. Timothy quiso probar el Pixy Stix pero tuvo dificultad para abrirlo y necesitó la ayuda de su padre. Después de echarse los polvos en la boca, el niño dijo que sabía amargo y sus padres le dieron algo de beber para que se quitase el mal sabor de boca, pero pronto se hizo evidente que ocurría algo grave. Timothy empezó a vomitar y a sufrir convulsiones y finalmente perdió el conocimiento. Murió de camino al hospital, menos de una hora después de haber probado el caramelo fatídico.
Timothy O'Bryan. Fuente: Cuando cae la noche podcast
Al principio, se pensó que el chico había sufrido una alergia, pero la autopsia dictaminó que había sido envenenado con cianuro potásico. Los especialistas hicieron pruebas con todos sus caramelos y se dieron cuenta de que el veneno estaba en el Pixy Stix que había recibido del misterioso vecino. El caramelo tenía cianuro suficiente para matar a dos hombres adultos. La comunidad rápidamente entró en pánico y muchos padres llevaron los sacos de dulces que sus hijos habían recolectado a la comisaría para que hicieran pruebas. Ronald O'Bryan enumeró a los niños a los que había dado los restantes Pixy Stix. Milagrosamente, ninguno de los otros cuatro chicos se lo había comido todavía. Los padres de uno de los niños entraron en pánico al no encontrar el dulce en la bolsa de su hijo, pero resultó que no había conseguido abrir la grapa que lo cerraba y se había quedado dormido con él en la mano.
El caso se volvió inmediatamente muy mediático. Ya desde el año 70, corrían rumores y leyendas urbanas sobre asesinos en serie que escondían cuchillas en los caramelos de Halloween para asesinar a niños sin dejar rastro y hasta el New York Time se hizo eco de este bulo. Se escribieron relatos pulp sobre sociedades secretas de naturaleza satánica cuyo rito de paso era matar niños en la noche de Halloween. En los años 70, además, hubo varios casos de asesinos en serie y también imperaba el llamado satanic panic. La muerte de Tim O'Bryan no hizo más que avivar el fuego de un terror que ya estaba instalado en la sociedad.
Sin embargo, pronto se descubrieron algunas inconsistencias en el caso del envenenamiento de 1974. Para empezar, ningún vecino había comprado Pixy Stix para dar a los niños. Además, se había escuchado a Robert O'Bryan hablando sobre cianuro potásico poco tiempo antes. Su actitud de indiferencia en el funeral de su propio hijo sorprendió mucho a los vecinos, tanto que algunos llegaron a llamar a la comisaría. La policía empezó a investigar y averiguaron que el padre había aumentado la póliza de seguro de sus dos hijos tan solo unos días antes de Halloween y, después de la muerte de Tim, Robert se había apresurado en cobrarla. O'Bryan estaba muy endeudado, había tenido más de veinte trabajos en los últimos diez años y su empleo actual pendía de un hilo por sospechas de robo. Los peores temores se confirmaron cuando se supo que Robert había ido a una tienda de Houston a preguntar sobre el precio del cianuro potásico, aunque al final no había comprado nada.
Sabiendo esto, la policía arrestó a O'Bryan y este fue llevado a juicio a pesar de que el grueso de las pruebas eran circunstanciales y que no se sabía dónde había comprado el veneno. La acusación defendió que la historia del vecino misterioso entregando caramelos envenenados era una invención del acusado. El jurado estuvo de acuerdo y Robert fue declarado culpable. Fue condenado a muerte y el juez quiso que su ejecución se llevara a cabo en Halloween, pero al final esto no se cumplió. Robert mantuvo su inocencia hasta el final, en mayo de 1984, cuando fue ejecutado. Sus últimas palabras fueron para perdonar a aquellos responsables de su muerte, que él consideraba injusta. Pronto se conoció a este asesino como "Candyman" o "El hombre que mató Halloween". Aunque la trágica muerte de Timothy O'Bryan tuviera la prosaica motivación del dinero, sirvió para aumentar las leyendas en torno a la noche del 31 de octubre.
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