Carlos el hechizado: Las enfermedades y el exorcismo de Carlos II

El nacimiento del futuro Carlos II fue poco menos que un milagro. Tras la muerte de dos herederos varones antes de llegar a la edad adulta, el ocaso de la dinastía de los Habsburgo parecía inminente. Felipe IV, su padre, suspiró aliviado por haber podido tener otro hijo varón a los 56 años de edad. La noticia del nacimiento se hizo pública inmediatamente. La Gaceta de Madrid describió que el recién nacido era "un robusto varón, hermosísimo de facciones, cabeza proporcionada, pelo negro y algo abultado de carnes". Sin embargo, la alegría pronto se transformó en inquietud.

Retrato de Carlos II de España

Lo rumores pronto empezaron a circular, se comentaba que el género biológico del heredero era femenino en lugar de masculino. El rey de Francia, Luis XIV, envió a un emisario de nombre Jacques Sanguin a Madrid para que verificase el género del bebé y le trajese noticias sobre su salud. Los reyes le dejaron ver al niño completamente vestido, por lo que Sanguin no pudo saber su género con certeza. A pesar de esto, pudo enviar un informe detallado a Luis XIV que no resultaba nada alentador: "El príncipe parece extremadamente débil, tiene en las dos mejillas una erupción de carácter herpético, la cabeza está cubierta de costras, se le ha formado debajo del oído derecho una especie de canal o desagüe que supura. De esto último nos hemos enterado por otros conductos, ya que un gorrito hábilmente puesto, impide ver esa zona".

Su estado de salud no hizo más que empeorar. Según las fuentes, los huesos de su cráneo no se llegaron a soldar hasta los tres años. Tuvo enfermedades bronquiales, dentales y digestivas así como varicela, rubeola y viruela antes de los 11 años. Sufrió episodios epilépticos hasta el final de su vida y accesos febriles acompañados de sangre en la orina. Su desarrollo intelectual también se alejaba de la normalidad. Estuvo hasta los cuatro años alimentándose exclusivamente de leche materna y a los 9 años aún no podía leer ni escribir e incluso hablaba con dificultad. 

En 1679 cuando Carlos contaba 18 años, se decidió su matrimonio con la infortunada María Luisa de Orleans, de origen francés. El pueblo protestó contra la nueva reina porque no daba un heredero al rey. Se creía que la condesa de Soisson, que había sido deportada de Francia por envenenadora, le había quitado su fertilidad. Sin embargo, el círculo cortesano sospechaba que la infertilidad venía de parte del enfermizo monarca. La madre de Carlos le convenció para visitar a un astrólogo de Bohemia para averiguar la causa. Este llegó a la conclusión de que el rey era incapaz de engendrar un heredero porque no se había despedido de su padre en el lecho de muerte. Para solventarlo, Carlos II mandó exhumar el cadáver de su padre en El Escorial y permaneció junto a este a modo de despedida póstuma. 

Retrato de Carlos II. Fuente: Museo Nacional del Prado

No obstante, la causa de la infertilidad era más prosaica que espiritual. La reina consorte María Luisa comentó a una mujer de confianza que el rey sufría de eyaculación precoz, por lo que no había podido consumar el matrimonio adecuadamente. Enterado de esto, el embajador francés sobornó a una lavandera para que le proporcionase la ropa interior sucia del rey y la reina y con estas prendas se intentó lograr el embarazo a través de medios físicos y pseudo mágicos. Algunos de estos remedios ocasionaron a la reina dolores intestinales terribles, por lo que vivió el resto de su vida convencida de que alguien estaba tratando de envenenarla. Murió en 1689 de apendicitis y peritonitis y su esposo quedó inconsolable. 

Tan solo 10 días después, el Consejo de Estado propuso al rey un nuevo matrimonio con Mariana de Neoburgo, seguramente por su conexión con la rama austríaca de los Habsburgo pero quizá también porque su familia era muy fértil: Mariana tenía 22 hermanos. A pesar de estos esfuerzos, no hubo un heredero y la salud del monarca se agravó. Enfermó de malaria en 1693, patología que se trató adecuadamente con quinina pero también con remedios tan cuestionables como la ingesta de víboras pulverizadas, tratamiento que seguramente fue la causa de sus dolores gástricos.

Ante la incesante mala salud del rey, su confesor le sugirió que podía estar hechizado y le recomendó acudir al capellán Fray Antonio Álvarez Argüelles, que era exorcista. Ávido de encontrar una cura, el rey accedió. Durante el exorcismo, el fraile preguntó a Satán si Carlos II estaba hechizado y la respuesta fue afirmativa. De hecho, Satán especificó "que el hechizo se lo habían dado en una taza de chocolate el 3 de abril de 1675 en la que habían disuelto sesos de un ajusticiado para quitarle el gobierno, entrañas para quitarle la salud y riñones para corromperle el semen e impedir la generación y que la causante fue la reina viuda doña Mariana para seguir gobernando". El exorcista le propuso unos remedios en forma de óleos que debía consumir.

Carlos II retratado por Wilhelm Humer. Fuente: Wikimedia Commons.

Como cabe esperar, lejos de mejorar, su estado de salud empeoró. Sufrió de hinchazón en los miembros, diarreas y fiebre. Falleció en 1700 no habiendo llegado siquiera a los 40 años. Como un caso excepcional en la monarquía hispana, se le practicó una autopsia, cuyas observaciones son bien conocidas. Se describió que el rey tenía "un corazón muy pequeño del tamaño de un grano de pimienta, los pulmones corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenosos, en el riñón tres grandes cálculos, un solo testículo negro como el carbón y la cabeza llena de agua".

Historiadores y médicos se han afanado en comprender las distintas afecciones del rey de España. Gregorio Marañón propuso que Carlos II sufría de panhipopituitarismo y progeria, teoría con la que están de acuerdo especialistas actuales. También se ha creído que pudo tener complicaciones derivadas del paludismo. En años recientes se ha considerado que el rey pudo padecer síndrome de Klinefelter, que, sin descartarlo, no explicaría los síntomas más graves del monarca. Se ha considerado también que pudo sufrir el síndrome de Martin y Bell, que va asociado a una cara alargada y un mentón prominente y que, además, a veces va a acompañado de dificultades cognitivas. Especialmente interesante es la teoría que considera que Carlos II pudo nacer con un estado intersexual o de pseudohermafroditismo, lo que explicaría las dudas con respecto a su género y el único testículo de pequeño tamaño descrito en la autopsia. 

El complicado cuadro clínico que presentaba Carlos II y que le valió el nombre de "el hechizado" fue fruto de la constante consanguineidad en la familia de los Austrias y quizá de la avanzada edad de su padre al concebirle. A pesar de las sugerentes hipótesis actuales sobre la salud del último Habsburgo, las dudas no se despejarán del todo hasta que se haga un análisis genético de los restos del monarca, que reposan en El Escorial. 

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